Pasé cinco años (de
Lo siento.
Mi trabajo consistía en corregir las cartas del «Playboy Forum» y escribir las respuestas en cursiva, en las cuales se afirmaba la postura de Playboy. Dicha postura responde a la decididamente anticuada máxima del «ocúpese de sus propios asuntos», basada en el liberalismo de John Stuart MilI, y puesto que es tanto mi filosofía como la de Hefner, me lo pasaba en grande con el trabajo.
Sin embargo, lo más importante para nuestra narración es que William S. Burroughs me introdujo en el Enigma del 23 mientras yo estaba en Playboy.
En 1956, al ver por primera vez el manuscrito aún sin publicar de El almuerzo desnudo, yo había dicho: «Este hombre es el mayor estilista en prosa desde James Joyce». (Sigo sintiéndome tremendamente orgulloso de haber sido el primero en hacer esa comparación.) No conocí personalmente a Burroughs hasta 1966, y encontré en Bill a un individuo mucho más encantador y normal de lo que sus libros sugerían; uno se había preparado para un genio loco, y en vez de ello se encontraba, con un más bien prosaico, casi académico, ge nio en traje de calle. Esta es su historia del misterio del 23:
A principios de los sesenta, en Tánger, Burroughs conoció a un cierto «Capitán Clark» que capitaneaba un ferry de Tánger a España. Un día Clark le dijo a Burroughs que había estado pilotando el ferry desde hacía 23 años sin un solo accidente. Aquel mismo día el ferry se hundió, matando a Clark y a todos los que iban a bordo
Por la tarde Burroughs estaba pensando en ello, cuando conectó la radio. El primer informativo hablaba de un accidente aéreo de las Eastern Airlines en el vuelo Nueva York-Miami. El piloto era otro Capitán Clark, y el vuelo estaba registrado como Vuelo 23.
(jAjá! Ahora comprenden ustedes la frase: «El capitán Clark les da la bienvenida a bordo», que aparece, siempre con siniestras entonaciones, en varias de las surrealistas novelas de Burroughs.)
Burroughs empezó a coleccionar informes de extrañas coincidencias. Para su sorpresa, el número 23 aparecía en un montón de ellas. Cuando me habló de ello, empecé a coleccionar mis propios informes..., y el número 23 aparecía en muchos de ellos. (Los lectores de The Challenge of Chance de Koestler descubrirán que en esa enciclopedia de extrañas coincidencias hay también una gran recurrencia del número 23.
Por supuesto, eso ilustra el concepto de Jano Watts definido como «
Una plausible ampliación es suministrada por el doctor Fritjof.
Capra, un joven físico de Berkeley que experimentó la inseparabilidad del cuanto durante un estado alterado de conciencia. En The Tao of Physics, el doctor Capra defiende la «Teoría del Calzador», que sostiene, en efecto, que todo es la causa de todo, en todas direcciones a la vez.
La inseparabilidad del cuanto y
Era una joven dama llamada Brillante
cuya velocidad era mucho más rápida que la luz;
se marchó un día
por un camino relativo
y regresó la noche anterior.
El último converso al modelo no local o no cronológico es el famoso astrónomo-cosmólogo sir Fred Hoyle, que defiende explícitamente una teoría de causalidad trans-tiempo no local en su libro Ten Faces of the Universe.
Las teorías no locales, como la sincronicidad de Jung, nos apartan de la máquina de acción y reacción newtoniana, y nos llevan misteriosamente cerca de la lógica del I Ching y del Taoísmo, en los cuales el aparente azar de echar las tres monedas puede revelar un esquema arquetípico de significado tanto personal como cosmológico. Con ese tipo de razonamiento (o racionalización), acepté el Enigma del 23 como una señal que debía intentar descifrar.
Al cabo de un tiempo mi pasión por anotar cualquier 23 significativo que llegara a mi alcance empezó a irritar a mi Hermosa Pelirroja, Arlen.
-Todo está en tu cabeza -me dijo en varias ocasiones-. Lo que pasa es que buscas siempre el veintitrés, e ignoras los demás números.
Por supuesto. Sin embargo, la causa de su irritación era el haberse visto implicada en el misterio del 23 incluso desde antes de conocerme. Nuestras dos hijas mayores (de su anterior matrimonio) nacieron una el 23 de febrero y la otra el 23 de agosto.
En cierta ocasión el Numerólogo acudió a ver la película Charly, premiada por
-Jesús Misericordioso -dijo el amigo sordamente-. ¿Cómo lo hiciste?
La mayoría de los datos relativos al 23 se hallan incorporados en la obra Illuminatus, a la que puede acudir el lector. He aquí unos cuantos ejemplos.
«Perro Loco» Coll fue muerto a tiros en la calle 23 cuando tenía 23 años; un año más tarde Dutch Schultz (que pagó por el asesinato de Coll) fue a su vez muerto a tiros el 23 de octubre de 1935. Marty Krompier, rey de las apuestas de Harlem, fue abatido a tiros aunque no resultó muerto el mismo día 23 de octubre de 1935. (<
Cuando el asno meta programador ha observado unos cuantos hechos extraños de este tipo, la señal clave empieza a hacerse prominente en todas partes. Pronto observé los 23 axiomas que abren la geometría euclidiana; el hecho de que el loco de la bomba en la película Aeropuerto tiene el asiento 23; que en la vieja producción cinematográfica Historia de dos ciudades Sydney Carton es el hombre guillotinado número 23 en el sangriento clímax; en el código telegráfico 23 significa «fallo» o «corte en la línea», mientras que el hexagrama 23 en el I Ching significa «separar». También me hizo estremecer el saber que en la concepción mamá y papá contribuyen al huevo fertilizado con 23 cromosomas cada uno, mientras que dentro de la espiral del ADN, que contiene las instrucciones para la metaprogramación genética, hay inexplicadas irregularidades de enlace cada 23 angstroms. El Cabalistic Dictionary de Aleister Crowley promovió más tarde extrañas especulaciones acerca de si el 23 estaría quizás implicado de algún modo en el proceso de la reproducción al definirlo como el número de «partición, extirpación, separación», «alegría», «un filamento» y «vida».
Hagan pasar las siguientes palabras, debidas al profesor Hans Seisel de
Mis abuelos matemos vivían en Gablonzen el 23 de Mozartstrasse; nosotros vivíamos en Viena, en el 23 de Rossaurelaende: nuestro bufete esta en el 23 de Gonzagagasse; mi madre, en el 23 de Alserstrasse, apartamento 23, y así. ..
Mientras visitaba Montecarlo, la madre del profesor Seisel compró un libro, Die Lieb der Jeannie Ney, de I1ya Ehrenburg, en el cual la heroína obtiene una gran cantidad de dinero jugando al número 23 en la ruleta. Decidió probar; salió el 23 en la segunda jugada.
Esto es arquetípico. Como ya hemos adelantado, deberíamos damos cuenta de que las peculiares entidades a cargo del hipotético Centro de Control de Coincidencias Cósmicas del doctor John Lilly prestan una atención especial a aquellos que les prestan atención a ellas.
Sin embargo, el Numerólogo tiene una nueva racionalización para su obsesión: la famosa historia de cómo el doctor James Watson tuvo una repentina e intuitiva visión de la forma en espiral del ADN mientras bajaba una escalera de caracol en Oxford. Todas las pruebas microfotográficas de aquella época parecían contradecir su teoría, pero Watson, irracionalmente, confió en su intuición y siguió trabajando sobre ese modelo. Finalmente obtuvo el Premio Nóbel por probar que la molécula de ADN constituye una doble hélice (dos espirales entrecruzadas). El 23 era mi escalera de caracol, mi señal intuitiva.
R. A. Wilson
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