Después de algunos momentos de silencio, volvió el Genio a hablar de esta manera:
"Ya te lo he dicho, ¡oh amante de la verdad!, el hombre atribuye en vano sus desgracias a unos agentes desconocidos e imaginarios: en vano busca causas misteriosas y extrañas para sus males: no hay duda que su condición está sujeta a varios inconvenientes en el orden general del universo; no hay duda que su existencia está dominada por potencias superiores; pero estas potencias no son ni los decretos de un destino ciego, ni los caprichos de seres fantásticos y extravagantes; lo mismo que al mundo de que forman parte, rigen al hombre leyes naturales, regulares en su curso, consiguientes en sus efectos, inmutables en su esencia; y estas leyes manantial común de los bienes y los males, no están escritas a lo lejos en los astros, u ocultas en códices misteriosos, sino que, inherentes a la naturaleza de los seres terrestres, identificadas con su existencia misma, se presentan al hombre en todo tiempo y en todo lugar, obran sobre sus sentidos, advierten su inteligencia y proporcionan a cada acción su pena y su recompensa. Que conozca el hombre esas leyes; que comprenda la naturaleza de los seres que le rodean y su naturaleza propia y entonces conocerá los motores de su suerte, sabrá cuáles son las causas de sus males y cuáles son sus remedios”.
"Ya te lo he dicho, ¡oh amante de la verdad!, el hombre atribuye en vano sus desgracias a unos agentes desconocidos e imaginarios: en vano busca causas misteriosas y extrañas para sus males: no hay duda que su condición está sujeta a varios inconvenientes en el orden general del universo; no hay duda que su existencia está dominada por potencias superiores; pero estas potencias no son ni los decretos de un destino ciego, ni los caprichos de seres fantásticos y extravagantes; lo mismo que al mundo de que forman parte, rigen al hombre leyes naturales, regulares en su curso, consiguientes en sus efectos, inmutables en su esencia; y estas leyes manantial común de los bienes y los males, no están escritas a lo lejos en los astros, u ocultas en códices misteriosos, sino que, inherentes a la naturaleza de los seres terrestres, identificadas con su existencia misma, se presentan al hombre en todo tiempo y en todo lugar, obran sobre sus sentidos, advierten su inteligencia y proporcionan a cada acción su pena y su recompensa. Que conozca el hombre esas leyes; que comprenda la naturaleza de los seres que le rodean y su naturaleza propia y entonces conocerá los motores de su suerte, sabrá cuáles son las causas de sus males y cuáles son sus remedios”.
LAS RUINAS DE PALMIRA Conde de Volney
1 comentario:
Dignidad de varón
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