lunes, 13 de septiembre de 2010

"Internet nos hace estúpidos"

Imagine por un momento que se encuentra en Londres y que paró uno de sus emblemáticos taxis negros.

"¿Adónde vamos jefe?, le pregunta el taxista con el típico acento obrero del Este de Londres. Usted le indica la dirección.

"Sin problema. Déjeme introducir las coordenadas en mi navegador satelital..."

Suena impropio, incluso a fraude, que cualquier taxista de Londres que se precie de ello pueda pronunciar esas palabras.

Después de todo, la habilidad de los taxistas londinenses para conocer todos los rincones y atajos de la capital británica es legendaria.

Sigue siendo obligatorio superar un duro examen, denominado "El Conocimiento", antes de lanzarse a las calles de Londres.

Cerebro de taxista

Pero con el abaratamiento y la fiabilidad de la tecnología de navegación por satélite, un experto advierte que podríamos perder nuestra capacidad intelectual de recordar grandes cantidades de información, tales como las rutas más difíciles de la capital.

"La región de nuestro cerebro que almacena imágenes del espacio está bastante desarrollada en los taxistas londinenses", explica Nicholas Carr, autor de The Shallows: What the Internet is Doing to Our Brains (Aguas superficiales: lo que Internet le está haciendo a nuestros cerebros".

"Cuanto más tiempo de tu vida trabajes como taxista, más grande será esa parte de tu cerebro".

Carr le dijo a Gareth Mitchell en el programa del Servicio Mundial de radio de la BBC, Digital Planet, que un estudio ya ha revelado que es preocupante cómo la tecnología está afectando a los taxistas.

"Casi seguro que veremos una disminución, o incluso una desaparición, de esa cualidad especial en sus cerebros".

Si siempre estás resolviendo problemas y tomando decisiones, no puedes tener la tranquilidad que obtienes cuando lees un libro

Ahora bien, podría alegarse que disponer de un sistema de posicionamiento global (GPS por sus siglas inglesas) que puede ahorrar meses de estudio para aprobar "El Conocimiento", así como hacer nuestros viajes mucho más fáciles, es algo muy positivo.

No es así, según Carr. La tecnología, y en particular Internet, tiene un efecto duradero en nuestro cerebro, alterando nuestra capacidad de realizar determinadas tareas.

"Cuanto más simple, peor"

En su opinión, cuanto más simples llegan a ser sitios web como Google, menos capaces somos de aprender.

"El (estudio) más interesante reunió a gente que no tenía experiencia en el uso de la Red a los que se les pidió que usaran Google sólo durante una hora al día, y que empezarán a realizar búsquedas y a navegar".

Los resultados mostraron cómo incluso un tiempo reducido de uso provocaba varios patrones de actividad cerebral.

"Por un lado, muchas de las zonas del cerebro que toman parte en la toma de decisiones se activaron lo que significa que eso puede ayudarnos a mantener nuestra mente alerta, lo que es muy útil para las personas mayores".

"Pero también se detectó el tipo de actividad que hace muy difícil concentrarse. Si siempre estás resolviendo problemas y tomando decisiones, no puedes tener la tranquilidad que obtienes cuando lees un libro".

La clave para mantener la concentración, indica Carr, es quizás ponerlos las cosas más difíciles, justo lo contrario de lo que intentan los diseñadores de software de todo el mundo que compiten por hacer sus programas más fáciles de usar que los de sus rivales.

"Visión industrial"

Google es el culpable principal, señala Carr.

"En muchos sentidos admiro a Google, pero pienso que tienen un punto de vista muy limitado sobre la manera en que deberíamos usar nuestras mentes".

"Tienen esta visión industrial de que todo gira en torno a la manera más eficiente de encontrar esa información que necesitas".

Añade que eso también se aplica a proyectos como Google Books, diseñados para llevar el conocimiento a una gran audiencia y para hacer el conocimiento del mundo más accesible.

"Escanean sólo parte de los libros con la idea de que se convierta en más contenido para su motor de búsqueda".

Lo que prevalece es la idea de la información abastecida en pedazos, como datos aislados. Cuando vas a una página de Google Books no te adentras en una narrativa prolongada".

"Cortocircuito en nuestro cerebro"

En su libro, Carr cita un artículo del comentarista de tecnología Bill Thompson que describe un simple experimento por el que un rompecabezas debe ser resuelto usando un programa informático. Los estudiosos le dieron a la mitad de los participantes un "buen" programa, que les proporcionaba pistas, era intuitivo y les ayudaba a conseguir su meta.

La otra mitad trató de superar la misma prueba pero con un programa de software que no les ponía las cosas más fáciles.

"La gente que tenía el software menos amable con el usuario tenía que esforzarse para resolver el enigma y en consecuencia aprendió mucho más que aquellos que disponían del programa manejable", explicó Carr.

Meses más tarde, la gente que resolvió el rompecabezas con el software poco cooperativo seguían acordándose de cómo solucionarlo, a diferencia del grupo que tuvo a su disposición el programa que les ayudaba".

Carr concluye que este simple experimento indica que conforme los programas informáticos se vuelven más fáciles de usar, poniéndonos las cosas más fáciles, corremos el riesgo de perder la capacidad de aprender las cosas, "provocando un cortocircuito" en nuestro cerebro.

"Si tenemos en cuenta que cada vez somos más dependientes de programas informáticos para todo tipo de tareas intelectuales, desde la búsqueda de información, hasta nuestra socialización, debemos empezar a preocuparnos de que cada vez nos queda menos espacio, como individuos, para actuar por nuestra cuenta".

Dave Lee

BBC

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